miércoles, 19 de marzo de 2008

El movimiento sindical ante las nuevas formas de organización del trabajo

Las organizaciones sindicales ante las transformaciones de las formas organizativas del trabajo y los complejos desafíos y dificultades que enfrenta el movimiento de trabajadores pasa por el análisis de sus bajas tasas de afiliación, retrocesos en las conquistas, o pérdida de protagonismo. Asimismo, en ocasiones adopta otras formas organizacionales, que corren paralelas al tradicional sindicato. Ello implica un replanteo a veces sustancial de las relaciones de trabajo, de los marcos regulatorios y los esquemas de acción y funcionamiento de los actores.
En tal sentido, las estrategias tradicionales deben sufrir nuevos enfoques, derivado de la organización de la producción y a la organización del trabajo, esta implica el uso y la disposición de una fuerza laboral que si bien está cada vez mejor preparada en términos de formación académica, también está inmersa en el funcionamiento de procesos productivos organizativos que colocan en manos del capital la preeminencia de las decisiones.

El problema central para la empresa radica en su contribución a la rentabilidad y la acumulación de capital; por ello, la empresa es un ente organizacional, que integra y colectiviza los aportes de la fuerza de trabajo al proceso de producir bienes y servicios. El trabajo por su parte hace sus contribuciones con la fuerza de trabajo un asunto que implique la satisfacción y la convivencia de quienes comparten el espacio productivo o las operaciones bajo ese logotipo o entidad empresarial.
De la constitución y fortalecimiento de las organizaciones sindicales se derivan los procesos de interlocución entre empresas y trabajadores, que constituyen la plataforma de las relaciones de trabajo. Los resultados se traducen en mejoras de las condiciones laborales y de vida de los empleados. Pero las relaciones de trabajo en las empresas no responden en primer lugar a lo que pasa en su exterior a lo sumo, responden tímidamente a ello. Empresarios y líderes sindicales forman parte de la sociedad, por supuesto que en ella se desenvuelven, son ciudadanos, pero uno de los déficit más notorios en nuestras sociedades es justamente el de ciudadanía. Las organizaciones interactúan con otras en el devenir de lo macro y lo sectorial; de aquí que las organizaciones empresariales y sindicales puedan convertirse en supraorganizaciones que asuman posiciones y roles que trasciendan a sus afiliados. La reciente experiencia de la conducción del paro de dos meses en Venezuela –diciembre 2002-enero 2003–, así lo evidencia. Cuando esto ocurre, es porque hay una marcada ausencia o limitada presencia de organizaciones partidistas, a las que corresponde asumir el liderazgo en la búsqueda de soluciones de los problemas globales, por supuesto junto con las organizaciones específicas de los diversos sectores y espacios de la sociedad.

Cuando las empresas y los empresarios hacen política abierta, es decir, desde la calle, no desde las cúpulas del poder, como ha sido costumbre, se corren notables riesgos, en virtud de que para los sindicatos es más usual salir a la calle y confrontar con otros sectores sociales, particularmente con gobiernos y poderes públicos en general; la movilización es una de sus armas históricas. Los empresarios hacen uso de sus influencias –a través de cabildeos o contactos-, del poder del dinero, de la presión ejercida por sus proyectos de inversiones. Los riesgos de la protesta empresarial en discrepancia con las políticas públicas también se hacen mayores con el déficit de ciudadanía y con la debilidad institucional. Tradicionalmente se entendía esta debilidad como lesiva sólo para la clase baja, pero también lo es para la clase alta, y en general para todos, tanto para personas naturales como para personas jurídicas.

Por tanto, el modelo económico y social que admite la exclusión, refleja la destrucción de las sociedades por lo que no es posible convivir pacíficamente en sociedades donde la exclusión va en aumento. En consecuencia, se puede colegir que el éxito de la convivencia está en dar respuestas a los excluidos.

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